Y ese pequeño islote, allí, al final del todo, es el islote de Kobb —dije para acabar—. Allí vivía mi abuela de pequeña.
Vi que aquello impresionó a Birgitte. Imagínate tener una abuela del mar. El abuelo surcaba la bahía, seguro que para largar unas redes. Birgitte miró el puntito del barco y me preguntó cómo sabía que era él.