Esas definiciones provisorias son lo mismo que el hallazgo de una palabra en un poema. Las cosas se hacen más simples: se trata de arrancarlas de la incertidumbre. Se dibujan nítidamente en el espacio, aunque sea por un segundo. Es la literalidad del recuerdo, de su copia fiel desde el presente. Hay algo que reclama desde afuera, como cuando se va a comprar o a pagar algo, se sale para hacer eso, cosas concretas, puntuales, que recuperan la dimensión física, sensorial, auditiva, visual, del mundo. En la literalidad, o la coincidencia entre lo que ocurrió y el modo de decir lo que ocurrió, se produce un hueco por donde pasa lo que uno es. No se puede hacer eso, ni en el habla ni en la escritura, sin consecuencias. Pero esa resonancia del hecho dentro de las palabras, por ser verdad, emociona. Y ese decir la verdad está en la escritura, sobre todo en la escritura poética. Cuando eso pasa, el hallazgo de la expresión exacta para la circunstancia, en forma de frase que ya viene armada, no se sabe de dónde, suena desde el papel hacia afuera, recuerda la realidad donde menos se espera, es un arranque hacia otro tipo de realidad que estaba ahí desde antes, solo que uno no la había visto.