A pesar de los cuidados de Omeir, para cuando el viaje toca a su fin, Árbol no muestra interés alguno en apoyar la pata trasera izquierda y Rayo de Luna apenas puede levantar la cabeza; da la impresión de que los bueyes gemelos tiran solo por complacer a Omeir, como si lo único que les importara ya fuera satisfacer esa única exigencia, por muy incomprensible que les resulte, porque el muchacho así lo quiere.
Este camina junto a ellos con lágrimas en los ojos.