Howard Philips Lovecraft

Solo era un color caído del espacio, un escalofriante mensajero venido de nebulosos reinos del infinito cuya existencia traspasa la naturaleza tal y como la conocemos; reinos cuya mera existencia nos aturde y nubla nuestra razón al desvelarnos oscuros abismos del más allá que se abren ante nuestros enajenados ojos.

Sobre un cuerpo escamoso y grotesco, provisto de alas rudimentarias, se alzaba una cabeza pulposa y coronada de tentáculos; pero era el contorno general lo que la hacía más particularmente horrible.

Supongo que, quienquiera que me haya cuidado, debió haber sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación mental de una persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo