Por esa ventana incongruente asoma, como llamarada, la trama de favores y excepciones. Gracias, bibliotecario-cómplice, por los papeles bajo cuerda. Gracias, coleccionista obsesivo, por dejarme ver las revistas que tenías guardadas para vos. Gracias, mano salvadora, por bajarme esas cartas del altillo. Gracias, gracias, gracias.