er feminista es sentirse parte de la historia de la que somos producto; es insertarse en dos siglos de narrativas densas e intrincadas de luchas y celebraciones que trascienden las fronteras nacionales; escuchar los versos de las canciones de rabia y de pena y de militancia en mil lenguas; recordar a nuestras heroínas, a las mujeres que nos precedieron, y, sobre todo, experimentar un enorme sentido de la responsabilidad de continuar su tarea.