Creo que casi todos nuestros momentos tristes son momentos de tensión, que nosotros percibimos como una paralización porque ya no oímos si esos sentimientos extraños aún viven. Porque estamos solos con el extraño que ha entrado en nosotros; porque nos han quitado por un momento todo lo familiar y lo habitual; porque estamos en medio de un tránsito, en el que no podemos quedarnos parados. Por eso la tristeza también se pasa: lo nuevo que hay en nosotros, lo que nos ha sobrevenido, ha entrado en nuestro corazón, se ha metido en su habitáculo más interno y ahora tampoco está ahí…, está ya en la sangre.