Arthur Conan Doyle

Muerta o viva, estatua o mujer, sombra o cuerpo, su belleza siempre era la misma; tan solo el verde brillo de sus pupilas estaba un poco apagado, y su boca, antes encarnada, era de un rosa pálido y tierno semejante al de sus mejillas.

Es un hermoso día para los hijos de la tierra y de la vida... ¡ah, más hermoso para las hijas del cielo y de la muerte!

Nunca existieron los días en que hubieras podido amarme, pero aquella a quien en vida aborreciste, será adorada por ti en la muerte.

Sus ojos eran un poema en el que cada mirada era una estrofa.

Insensiblemente, uno empieza a retorcer los hechos para que se adapten a las teorías, en lugar de que las teorías se adapten a los hechos.

Me levanté para irme, pero Holmes me tomó del brazo y me obligó a volver a instalarme en el sillón.

-Los dos o ninguno -dijo-. Puede usted decir ante este caballero cualquier cosa que pueda decirme a mí.

-Es cierto, ¿para qué? -murmuró Holmes-

no hay objeto de estudio más digno del hombre que el hombre mismo

Persigue en el estudio rutas extremadamente dispares y excéntricas, si bien ha hecho acopio de una cantidad tal y tan desusada de conocimientos, que quedarían atónitos no pocos de sus profesores.

prueba del guayaco