Marcelo Vera

ar.
Al tercer día el televisor resucita de entre los electrodomésticos muertos. Es inevitable, supongo. El plazo exacto para que una noticia de accidente vial desaparezca completamente de los medios. No hace falta correr riesgos innecesarios. El cronograma se cumple sin fallas. Las primeras veinticuatro horas el show se monta en exteriores, y la pantalla se tiñe de sangre fresca y cuerpos inertes. Abundan las tomas generales para los vehículos destrozados, los planos detalle para zapatos solitarios o juguetes macabramente deformados y las notas desprolijas con testigos semianalfabetos. Al día siguiente los ánimos se serenan un poco y el debate se traslada a los estudios, donde diversos personajes opinan sobre la gravedad del asunto y evalúan medidas preventivas que nunca se llevarán a la práctica. Eso es todo. Se

Setenta y dos horas más tarde la noticia desaparece mágicamente sin dejar rastros. El mundo continúa, y la programación también.

pocos días un puñado de extras anónimos muere sin remedio, mientras los conductores de noticieros colapsan ante la presión de memorizar cifras, nombres de parajes desconocidos y tecnicismos absurdos. En general prefiero no prestar atención a ciertas noticias, pero ahora es diferente. Me gusta pensar que el mundo se desmorona lentamente y que esto es solo el comienzo.

tipo más fuerte del mundo es Žydrünas Savickas, de Lituania. Lo sé porque lo vi levantar un automóvil con sus brazos, hacer sentadillas con barriles, y arrojar un tronco enorme a una distancia considerable en un canal de deportes que apareció en medio de un zapping desvelado. Mientras tanto llueve sin descanso y los replicantes se aferran dolorosamente a sus recuerdos. Algunos extras llevan paraguas de mangos fluorescentes y otros no, pero todos se mueven en orden bajo la lluvia. Es extraño

Por la noche el canal de documentales históricos pone un especial sobre el bunker de Churchill. Según parece, cuando Churchill supo que Hitler

La lluvia continúa y algunos obesos bajan de peso y otros no, pero todos se abrazan, lloran y mencionan las palabras felicidad y

Así están las cosas en mi nuevo horario central.

y les miento entonces
en voz baja
(sin mirarlos a los ojos)
porque los perros pueden distinguir
más de 160 palabras
y poseen conceptos básicos
de aritmética
pero nunca
podrán comprender
esta resta absurda

igual que yo

me dejo llevar
por el dolor
indeleble
de tu recuerdo
colonizando
la dermis

y me tranquiliza un poco
sentir que los perros ven
(que los perros saben)
todo aquello
que yo apenas
puedo imaginar