En ese camino, sigue Alba, te puede pasar de todo: recibir una paliza en una manifestación, ir presa, llegar al gobierno y volver a la calle al día siguiente a repartir volantes en los ómnibus. Y en el medio quizás te enamores y veas a tu hombre morir a tu lado, o tal vez te maten o te hagan daño, y ninguna de esas posibilidades echará por tierra la única certeza: que cada una de esas piezas, incluidas las terribles, forma parte de un mismo trayecto que tiene una sola perspectiva: la del horizonte. Una meta que te lleva a arrimarte dos pasos, aunque solo sea para ver que el horizonte se retira.