luzmar

La esperanza es más fuerte que el miedo. Es más fuerte que el odio.

La esperanza es más fuerte que el miedo. Es más fuerte que el odio.

Una adi­vi­na le di­jo una vez a Mi­la que en­cont­ra­ría un homb­re que la de­j­aría sin ali­en­to. Se abs­tu­vo de de­cir­le que se­ría li­te­ral­men­te mi­ent­ras Mi­la cor­ría por su vi­da.

me sen­tí tan a la de­ri­va y es­tan­ca­da co­mo la bo­ya que flo­ta­ba en el agua. La úni­ca di­fe­ren­cia era que yo es­ta­ba flo­tan­do en un mar mun­da­no de ex­pec­ta­ti­vas.

No qu­ería sen­tir­me co­mo la ba­ila­ri­na de la ca­ja de mú­si­ca de mi có­mo­da, gi­ran­do en una ago­ta­do­ra y eter­na pi­ru­eta só­lo pa­ra comp­la­cer a al­gu­i­en que me ha­bí­an aban­do­na­do.

moy kot­yo­nok

Era el des­tel­lo de ad­re­na­li­na, la as­pe­re­za de las ví­as ba­jo los pi­es des­cal­zos, y la si­re­na de un tren de car­ga que acer­ca­ba de fren­te.

Y yo es­ta­ba fas­ci­na­da.

Tenía ta­tu­a­j­es en los de­dos y aca­ba de ci­tar a un fa­mo­so po­eta. Me hi­zo sen­tir ri­dí­cu­la­men­te ca­li­en­te en to­das par­tes.

Tenía ta­tu­a­j­es en los de­dos y aca­ba de ci­tar a un fa­mo­so po­eta. Me hi­zo sen­tir ri­dí­cu­la­men­te ca­li­en­te en to­das par­tes.

Tenía ta­tu­a­j­es en los de­dos y aca­ba de ci­tar a un fa­mo­so po­eta. Me hi­zo sen­tir ri­dí­cu­la­men­te ca­li­en­te en to­das par­tes