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Ida Vitale

  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Oh, gato que esta noche has dejado tus huellas en el cemento reciente de la acera; por tan gentil testimonio de tu paso, yo te deseo tan larga eternidad como la del dinosaurio que dejó sus pisadas en el barro fresco de hace millones de años.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Oliverio Girondo:

    ¿Surgió de bajo tierra?

    ¿Se desprendió del cielo?

    Estaba entre los ruidos,

    herido,

    malherido,

    inmóvil,

    en silencio,

    hincado ante la tarde,

    ante lo inevitable,

    las venas adheridas

    al espanto,

    al asfalto,

    con sus crenchas caídas,

    con sus ojos de santo,

    todo, todo desnudo,

    casi azul, de tan blanco.

    Hablaban de un caballo.

    Yo creo que era un ángel.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Al convertirse Thule, en Groenlandia, en base naval estadounidense, las morsas no soportaron el ruido de los aviones al aterrizar y despegar y emigraron. Los esquimales, perdidos sus medios de vida, debieron ser trasladados a Gronedal, donde les dieron casa, un vehículo y sueldo a todos los adultos. Esto lo cuenta, con el auxilio de alguna letra, Bernardo Atxaga, alguien por quien he sentido inmediata afinidad, porque también él gusta del alfabeto.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Desde que leí Viaje al país de los dioses de Lafcadio Hearn, o, si se prefiere, de Yakumo Koizumi, nombre que adoptó al naturalizarse japonés, mi curiosidad por el canto del ruiseñor, más fácil de satisfacer, dio paso a la curiosidad por el canto del pájaro budista. Antes me intrigó el hototogisu, que dio su nombre a una importante revista japonesa de principios de siglo, uno de cuyos directores y frecuente colaborador fue el admirable Natsume Sōseki, autor de novelas que han contribuido a convertirme en una devota de un mundo que supongo extinto.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    El avestruz es ave de intelecto. Se considera un alado esencial y teme que la envidia y cierta malignidad difusa puedan acosarlo y dañarlo. Su cabeza, cargada de discernimiento, es su bien más valioso. Con sensatez la esconde. Tan profunda es su capacidad de penetración que su cabeza desaparece en la tierra como si él fuese un árbol y ella su raíz, con la cabeza metida en el refugio fresco y húmedo, aunque parcial, piensa mejor, según lo que él cree que es pensar. Lo no esencial se esfuma y él encuentra íntimo cobijo.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    La resolana que vibra,

    un breve sol en el seto,

    un ts ts que al aire libra

    su peligroso secreto

    y ya la flor disminuye

    ante el prodigio de pluma

    que surge y deslumbra y huye

    y sólo alcanzo por suma

    terca de años, en que presa

    del hechizo, sigo en vano

    la milagrosa destreza

    que lo suspenda en mi mano

    y entonces por un segundo

    sentir cómo late el mundo.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Y vuelvo a ver mis ranitas, su consistencia de leve pergamino verdoso, tan reales como esas seudofresas silvestres, tentadoras por fuera, que al ser partidas parecen decoraciones artificiales de sequísimo algodón; las vuelvo a ver en su ingenuo intento de disimularse sobre los vidrios transitables, antes de desaparecer dejando sus fantasmas mínimos a salvo en mi memoria.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    En noches atroces del verano, cuando los mosquitos proliferan y zumban sin dejarnos dormir y abominamos tanto de ellos como de los productos cancerígenos para eliminarlos, un esperanzado vistazo a los rincones del techo busca una tela de araña escapada al fervor higiénico, un aliado contra el modesto díptero. Lo mismo hacen los campesinos franceses; las dejan crecer en sus galpones, para proteger los vellones guardados de la polilla y para protegerse ellos. Y, a pesar de la vulgarización de la penicilina, estoy segura de que en muchos lugares del mundo todavía se envuelven las pequeñas heridas con telas de araña, para evitar infecciones...
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    El corazón es un herbario. ¿Quién lo dijo? Muchos guardamos el recuerdo de plantas y árboles puntuales en nuestro jardín ideal. Se habla de un teatro de la memoria; se puede hablar de un secreto jardín de la memoria. No siempre lo integran especies notables; no es el prestigio o la excelencia de lo guardado lo que importa. A veces son humildes o no sabemos su nombre o se trata de un ejemplar raro visto una sola vez, pero quedan en un balsámico punto del recuerdo.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Cada árbol tiene su forma ideal de peculiar belleza. Si la araucaria la busca en la simetría y en la regularidad con la que irradia sus ramas, el abedul en la blancura de su tronco y en sus anillos oscuros, el ginkgo biloba en el color de sus hojas, ya verde, ya amarillo, pero siempre luminoso, el sauce llorón la alcanza por la rectitud inicial de su tronco y por la reverencia, que se diría contemplativa, de su follaje, vencido a partir de cierto punto.
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