Clink. Miro hacia abajo y veo que el cuello de su botella de cerveza conecta con el mío.
—Salud por eso.
La confusión y el calor se agolpan en mis venas y, aunque no me atrevo a mirarla, me siento unida a ella por una extraña sensación de camaradería. Nos hemos dicho unas tres palabras, pero en el espeso silencio puedo oír lo no dicho. Pecados, arrepentimientos, pasados sucios y nombres falsos. La historia en sus ojos marrones refleja la mía.