Amelia Pérez de Villar

Había algo coincidente y a la vez ajeno entre nosotros, que podía deberse a una relación de parentesco o no

Es verdad. De todos modos, eso significa que somos dos mitades de la misma mujer. Al menos en su mente descompuesta.

el miedo de Rufus a la muerte es lo que me atrae hacia él y mi propio miedo a la muerte lo que me devuelve a casa

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Nosotros, los niños… Nunca me había planteado cómo se podía entrenar a la gente para que aceptara la esclavitud.

—¿Te gustaría ser tú quien le enseñara?

«La policía» era un manchón, una sombra que aparecía de vez en cuando al lado de mi cama para hacerme preguntas que me costaba mucho entender.

Empezaron a hacerme preguntas sobre Kevin. Al principio sus palabras parecían fundirse, borrosas, y yo no les prestaba mucha atención. Al cabo de un rato, sin embargo, volvía a oírlas en mi mente y me daba cuenta de pronto de que aquellos hombres estaban intentando culpar a Kevin de «lo» de mi brazo.

A mí me llamaba la atención que utilizaran aquella palabra: «lo». Como si fuera un arañazo. ¿Pensaban acaso que no sabía que lo había perdido?

Intenté pensar con claridad a pesar de la medicación, del dolor lejano, pero no había ninguna explicación honesta que pudiera darles: ninguna que ellos pudieran creer.