Gabriela Torres Cuerva

A veces son los rincones de las ciudades con huecos los que nos hacen creer que todo fue sueño, sueño profundo como si —por un instante imperceptible— hubieras muerto.

Me encantan tangos y poemas. Será porque las tragedias vivas están en ellos, y entonó con lágrimas aquellos cantos

Pero, si de algo estamos seguros es que en esta vida nada es para siempre, y menos las cosas que nos vuelven felices, porque la felicidad es efímera como la vida de las arañas, etérea como la propia existencia.

Sí, evade el pasado. Prefiere sufrir un poco por tu ciudad herida y renegar de sus calles rotas, del monstruo en que se ha convertido, de los tantísimos automóviles, del exagerado ruido, el montón de personas que van y vienen urgidas cada una con sus prisas, de los terregales o la mucha basura acumulándose por doquier. Sí, el mundo es una maltratada realidad.

Todos lloramos, pero no todos nos vemos llorar.

Mi mamá habita desde los rincones de la casa en constante protesta. Papá en cambio habita los centros de las habitaciones desde el silencio hueco.

A pesar de nunca haber visto uno, me gustaba inventar la conclusión trágica o idílica de esas historias, dar vida a los detalles y dar con el origen de su deseo insatisfecho para, a partir de ahí, revelar el espejismo de su conclusión.

Hoy es la final, sigo con la explicación como si fuera el único en saberl

Hoy es la final, sigo con la explicación como si fuera el único en saberlo.

esos zapatos de suela de caucho, los únicos que le he visto usar desde que lo conozco,