Una historia pop de los vampiros

Quizá por dicho éxito Hollywood decidiera adaptar su novela el mismo año en el que la Organización Mundial de la Salud celebró en París, la ciudad de Armand, una cumbre de jefes de Estado sobre el sida, con 42 países asistentes.

conexión inicial entre el SIDA y los gays en los países industrializados tuvo su paralelismo en el plano de la fantasía popular mediante una difuminación entre la imagen del homosexual y la del vampiro. Los homófobos llevaban tiempo afirmando que los gays eran depredadores malignos con el poder draculiano de corromper y transformar a los sexualmente virtuosos: los heterosexuales.

1994, cuando se estrenó Entrevista..., el sida se convirtió en la primera causa de muerte entre los hombres de 25 y los 44 años en Estados Unidos. La sangre, en los años noventa, mataba.

tratamiento de la sangre se ha convertido desde la Hammer en el principal elemento para marcar el carácter de cualquier filme vampiresco. Hoy adivinas la personalidad de un vampiro cuando compruebas si bebe, chupa, muerde o desgarra. O si prefiere otra dieta porque respeta a los humanos.

Drácula, por contra, pasa de parábolas o sucedáneos, no necesita cáliz ni mistela: va directo a la arteria, por supuesto sin consagrar. Porque su propia sangre también resucita: «Bebe de mí y vive para siempre», le dice Lestat a Louis, en otra sentencia clásica del género.

también la sangre mancilla, representa la culpa y la maldición.

vampiro ha sido una esponja de temores en cualquier época, especialmente cuando la gente ha sacado las antorchas.

chica muerdecuellos, ya protagonista de sus relatos, se ha manifestado naturalmente bisexual, asumiendo su pasado según la filosofía de Victoria Camps, es decir, haciendo del presunto vicio una virtud y añadiendo nuevos recreos

la violencia del porno, la vampira ha contestado con una sexualidad curiosa que desde el primer momento ha superado la identidad de género. Si hasta los ochenta el hombre la había acotado al lesbianismo, a partir de entonces

Alejandra Pizarnik revisó la figura de Erzsébet Báthory en La condesa sangrienta, el deslumbrante libro de 1965 en el que le otorga el beneficio de la duda al vampiro