La glándula de Ícaro

Padre se incorporó más tarde, en la fase de crisálida.

El canto de Pávlusha era como la miel, fluía en mi interior y me llenaba de una beatitud densa, ambarina, agridulce, me dejaba en la boca un regusto como cuando uno mastica un panal.

mientras que aquella mucosidad suya se parecía al mercurio de un termómetro roto y olía a huevo,

Padre ha decidido celebrar aquí la presentación. Falta un día entero para la ceremonia, pero ya se ha formado la cola:

Solo podía ver aquel rectángulo plateado y el dedo índice que había trazado el delicado jeroglífico negro. Como la rúbrica de un dios. Como la huella de un refinado insecto zapatero sobre la superficie de un lago de mercurio…

El embrión de esperanza se transformó sin rechistar en un gusanillo muerto, idéntico a la serpiente que había al fondo de aquel líquido pardo. Sentí de pronto, casi físicamente, cómo ese gusanillo pálido y yerto se deshacía en las profundidades de mi alma, junto a otras esperanzas frustradas en germen.

Mis botas rezumaban un barrillo color café que goteaba en su reluciente parqué.

Sasha pensaba que teníamos que darle limosna a toda costa: en Siti los pobres tienen su importancia, la relación con ellos puede ser parte de un Control.

Aquí no se estila, aquí nadie las lleva así. Ya no le importaba gustarme solo a mí. Quería gustarle a Siti.

Es un sueño esforzado y monótono, como el trabajo de una costurera industrial. Y es como si me encontrara al pie del telar, cosiendo el tejido de mis sueños, que se deshilacha como un producto chino sintético, de baja calidad. Hasta en sueños me obliga esta ciudad a trabajar para ella.