La campana de cristal

Si es de neurótica querer a la vez dos cosas que se excluyen mutuamente, entonces soy una neurótica acabada. Iré volando sin parar entre cosas que se excluyan unas a otras el resto de mis días.

—¿Te acuerdas —le dije— de aquella vez que volvimos juntos a dedo después de la Noche de Parodias?

—Me acuerdo.

—¿Te acuerdas de que me preguntaste dónde preferiría vivir, si en el campo o en la ciudad?

—Y me dijiste que…

—¿Y te dije que quería vivir en el campo y en ciudad a la vez?

Buddy asintió.

—¿Y entonces tú —continué con ímpetu repentino— te echaste a reír y dijiste que tenía el perfil de una típica neurótica, y que esa pregunta aparecía en un cuestionario que te habían pasado en la clase de psicología aquella semana

El problema era que odiaba la idea de servir a los hombres, en todos los sentidos.

tienen fama y familia, carrera e hijos. Ella solo pide un trato equitativo. Lo da por hecho, más bien.

Esther enferma porque es mujer, o porque la quieren mujer, solo mujer, cuando ella quiere ser muchas más cosas.

Si algo deja claro La campana de cristal es que la crisis mental que sufre su protagonista obedece a presiones sociales y culturales muy precisas.

Sylvia Plath se suicidó a los treinta años, tras una larga depresión. Un mes antes de su muerte salió a la luz la que sería su única novela y su obra más icónica, La campana de cristal.

Siempre estaban juntas, y una vez alguien se las había encontrado abrazadas,

«No sé lo que ven las mujeres en otras mujeres —le había comentado yo a la doctora Nolan en la entrevista ese mediodía—. ¿Qué ve una mujer en otra mujer que no pueda ver en un hombre?»

Empezaba a resignarme.

Si iba a caer, por lo menos me mantendría fiel a esas pequeñas comodidades todo el tiempo que pudiera.