La temperatura corporal de los Guardianes era alta (más que la de los humanos, más que la mía), pero él parecía más caliente aún, como si estuviera a punto de estallar en llamas.
Y yo… yo estaba más bien… tibia.
Nos besamos una y otra vez, y esos besos ya no eran secos. Me gustaba cómo la parte inferior de su cuerpo se apoyaba sobre el mío, cómo se movía contra el mío, con un ritmo misterioso que me daba la sensación de que debería… que podría llevar a algo más. Si yo lo deseaba.
Y eso era… agradable.
Agradable como cuando me había tomado de la mano de camino a su casa. Como la vela que había encendido con olor a sandía y limonada…, había algo romántico en eso, y en la forma en la que su mano se abría y se cerraba sobre mi cadera. Me invadía una sensación cálida y placentera, no estaba excitada en plan: «Arráncame la ropa y pongámonos a ello», pero eso era… Era muy agradable.
Entonces su mano se deslizó debajo de mi camiseta y subió hasta mi