El antiguo filósofo chino le enseñó que «cuando llegamos al nacimiento, entramos en la muerte», y él se da cuenta de que siempre había vivido de acuerdo con ese juego de contrastes, con esa eterna serie de contradicciones. Por eso su vida le parece como la respiración: ahora inspiras, ahora espiras, como la euforia de un borracho a la que sigue inevitablemente la resaca, como el día y la noche, como el tiempo soleado y las nubes de tormenta con granizo.