solo uno de los muchos seres que habitaban en el mundo. Los politeístas, en cambio, veían cada vez más el mundo como un reflejo de la relación entre los dioses y los humanos. Nuestras plegarias, nuestros sacrificios, nuestros pecados y nuestras buenas obras determinaban el destino de todo el ecosistema. Una inundación terrible podía barrer a miles de millones de hormigas, saltamontes, tortugas, antílopes, jirafas y elefantes, solo porque unos pocos sapiens estúpidos habían irritado a los dioses. Por lo tanto, el politeísmo exaltaba no solo la condición de los dioses, sino también la de la humanidad. Los miembros menos afortunados del antiguo sistema animista perdieron su autoridad y se convirtieron en extras o en el decorado silencioso en el gran drama de la relación del hombre con los dioses.