Una demanda de adopción llega, casi siempre, en los casos de infertilidad o esterilidad, cargada con fuertes emociones, acompañada de profundos sentimientos de frustración, de impotencia, de desesperación y de rabia. Estos sentimientos son tan potentes, que suelen impedir que la pareja pueda pensar en nada que no sea la satisfacción de un deseo muy imperioso, satisfacción tantas veces aplazada contra su voluntad. Esta demanda también llega llena de esperanza y de ilusión ante la perspectiva de obtener, finalmente, aquello que tanto anhelan: el niño que, a su entender, les llenará la vida, les dará la inmensa alegría de convertirse en padres, les restaurará la herida de no haber podido serlo por la vía natural. En la mayoría de los casos, todo gira alrededor de este posible futuro hijo, no hay otros proyectos de pareja que puedan ilusionarles, todo queda centrado, desde su punto de vista, en un trámite que les ha de permitir la obtención de los papeles que pueden declararles aptos para adoptar.