Obras completas, Tomo 2

Aunque la repudiaras, seguías poseyendo mi carne humillada, acariciándola con tus manos ausentes, modificándola.

Dicho personaje llevaba por lo demás una contaduría especial: el censo exacto de los súbditos de su asqueroso dominio; y en su registro, hecho de papel de ortigas, escribía con una cola de lagartija untada en la tinta de los pantanos que chupan

Era algo así como el gobernador de cuanto nos era hostil en el bosque.

Es él, él.
Allí está de pie mirándola. Su presencia anula de golpe los largos años baldíos, las horas, los días, que el destino interpuso entre ellos dos, lento, oscuro, tenaz.
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Ahora que la saben muerta, allí están rodeándola todos.

Yo le escribo como me viene, alocadamente y sinceramente, de otra manera no me decidiría a escribirle nunca.

¡Qué de veces las releo para sentirme con una razón de ser y como con el deber de continuar esta lucha que es mi vida!; lucha material y moral también, ¡cómo me gustaría poder algún día conversar largamente con ud.! Creo que acumularía entonces voluntad y tesón para varios años de mi existencia.

Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces, que son los más perdurables.

Una podía pasarse así las horas muertas, vacía de todo pensamiento, atontada de bienestar.

Todo parecía detenerse, eterno y muy noble. Eso era la vida. Y había cierta grandeza en aceptarla así, mediocre, como algo definitivo, irremediable.