Así que después de pasar por todo esto pensé que lo único que me quedaba era retirarme. No había nada que me llamara especialmente la atención. Además, no tenía por qué hacer nada. Podía limitarme a dejarme arrastrar, a vagar y ver qué ocurría, lo cual, por lo demás, me iba al pelo, mucho más que convertirme en oficial de aduanas, futbolista profesional o guitarrista.