Una estela salvaje

sentirse viejo (a diferencia de serlo de verdad, que puede ser un estado completamente sa­tisfactorio) es sentir que tanto tus días como la cantidad de alegría que te queda están menguando.

Pero, como he descubierto una y otra vez, lo que uno piensa y lo que uno siente pueden disociarse radicalmente ante el dolor.

La miraba y sentía una llamarada salvaje de adoración, gratitud y ternura, e incluso, por improbable e incómodo que fuera dadas las circunstancias, de deseo. En la salud y en la enfermedad, pensé: he aquí finalmente alguien a quien amaría en cualquier circunstancia.

lo que me impactó fue que algo tan triste pudiera ser el curso normal y necesario de los acontecimientos.

ese momento del año en que el eje de la Tierra se inclina hacia la oscuridad

Es posible vivir una larga vida y, aun así, experimentar muy pocos cambios de este tipo, y es posible pasar por todos ellos y encontrar, directa o indirectamente, significado y gratitud.

Esta es la naturaleza esencial y voraz de la pérdida. Lo abarca todo sin distinción: lo trivial y lo importante, lo abstracto y lo concreto, lo extraviado temporalmente y lo de­saparecido para siempre.

En aras de la delicadeza, se intenta suavizar el impacto y la brusquedad de la muerte; en aras de la comodidad, se elige lo seguro y familiar en lugar de lo bello y evocador

un reconocimiento a regañadientes de que todos debemos aprender de alguna manera a vivir incluso con las pérdidas más terribles

egún datos de encuestas y compañías de seguros, cada uno de nosotros extravía en torno a nueve cosas al día, lo que significa que, para cuando cumplamos sesenta años, habremos perdido casi doscientos mil objetos.