Según Ramón Gaya, pintor y poeta refugiado en México, la situación del exiliado ''no está mal…, es como una habitación con los balcones abiertos''. Si tal parecer resulta duro de aceptar, no pocos poetas llegados al exilio al borde de su madurez la alcanzaron de lleno gracias a él, aunque fuese de forma dolorosa, prueba de que la paradoja es certera. Es el caso de Domenchina, Prados y Cernuda, a los que este libro dedica la mayoría de sus páginas. Las restantes se ocupan de Max Aub en cuanto poeta, Altolaguirre editor de los clásicos, y una rara avis, Gerardo Deniz, quien, después de unos viajes tempranos que lo alejaron de su origen, apenas volvió a moverse más que con su poderosa imaginación.
(Serie Literatura del Exilio Español 13)