La superación de la indiferencia

Pero ¿cómo se puede ayudar alguien si el duelo es más que un sentimiento, si es el conocimiento de haber perdido un valor que nadie puede devolver de nuevo a la vida? En el asesoramiento y el apoyo a las personas que pasan por un duelo queda claro que, por lo general, solo es posible llegar a ellas a través del objeto de su amor.

El hombre que trata de aturdirse o distraerse cuando sufre alguna desgracia no soluciona ninguna cuestión, no borra sus desgracias, lo que borra es simplemente una de las consecuencias de la desgracia. […] Trata de huir de la realidad. Va a refugiarse, tal vez, en la embriaguez. Comete con ello un error subjetivista y hasta psicologista: al creer que con el acto emotivo al que se silenció, por así decirlo, por medio del aturdimiento, borra también del mundo el objeto mismo de la emoción, como si lo que se arrincona en la ignorancia desapareciese, por ello, de la realidad. Ni el acto de mirar una cosa da vida al objeto, ni el apartar la vista de él lo hace desaparecer; tampoco el hecho de reprimir una emoción de duelo anula la realidad deplorada (Frankl, 2010)

En última instancia decide siempre la persona (espiritual) por encima del carácter (psíquico), y en este sentido se puede decir que el hombre se decide: toda decisión es autodecisión, y la autodecisión en todos los casos es autoconfiguración. Mientras configuro el destino, la persona que soy configura el carácter que tengo, se configura la personalidad en la que me convierto (Frankl, 2003: 103)

No obstante, debemos añadir que existen muy pocas teorías psicológicas que sigan un reduccionismo tan radical y al mismo tiempo cuestionable científicamente. Hoy en día hay muy pocas escuelas psicológicas que todavía sigan considerando que casi todas las aspiraciones y las acciones humanas son algo inauténtico, tras cuya máscara se encuentran supuestamente tan solo impulsos instintivos u otras psicodinámicas y egocentrismos. Sin embargo, estas teorías persisten con gran fuerza en la psicología popular y, tal y como podemos imaginarnos a la vista de los estudios sobre el libre albedrío citados anteriormente, sus consecuencias son fatales. En cualquier caso, es evidente que en el discurso contemporáneo sobre el ser humano suelen utilizarse con mucha facilidad términos como represión, neurosis, compensación, acto fallido y complejo, y que estas palabras no resultan tan sospechosas como idealismo, esperanza, sanación del mundo, libre voluntad, sentido y responsabilidad.

Jaspers cuando escribe: «Lo que el hombre es lo es a través de lo que él hace suyo»

Por lo tanto, perseguir sensaciones placenteras y huir de las molestas se opone a la libertad tanto como obstaculiza la realización de acciones llenas de sentido, puesto que estas se desarrollan precisamente en condiciones de libertad.

A veces, este puede ser el último obstáculo para una vida idealista, llena de sentido, libre y responsable. Porque, si hacemos depender nuestra voluntad de llevar a cabo las oportunidades de dar valor y sentido a la vida solo o en primer lugar del placer o la aversión, nuestro comportamiento ya no depende finalmente de nuestros valores e ideas, sino únicamente del placer y el malestar.

El resultado de todo ello es una pequeña ganancia psíquica para el paciente y una victoria fatal para el miedo. Porque lo que el paciente quizá no sepa es que el miedo es voraz, siempre quiere más y, para conseguirlo, sigue un sistema tremendamente efectivo: cuando el miedo se pasa, tenemos una sensación agradable; el organismo nos recompensa por ceder al miedo y huir de él mediante el bienestar que produce el cese de la alarma una vez que se ha logrado evitar y hacer desaparecer el motivo que causa el miedo

forma de determinismo psíquico subestima, en primer lugar, lo que tenemos; en segundo lugar, lo que está a nuestra disposición, y, en tercer lugar, lo que somos, que es potencialmente siempre mucho más que lo que hemos recibido

. La máxima de Frankl, «suerte es lo que uno no padece», significa, pues, ni más menos que, fascinados por lo que queremos o creemos que deberíamos tener para estar bien, nos acostumbramos demasiado rápido a lo que tenemos