Cuentos medio macabros

En aquel momento deseó tenerla junto a él, amarrada pero entera.

Decidió que aquella sangre no era la de la salvación sino la sangre del pecado cometido.

Habría más locos que cuerdos, como también habría más diablos que santos entre la gloria y el infierno.

lo que le habían advertido los médicos durante años parecía que era verdad: que estaba loco de remate, que si no se tomaba las medicinas habría que internarlo en algún sanatorio, puesto que sus familiares, los pocos que quedaban porque seguían muriéndose en accidentes incomprensibles, no responderían.

Pararse en la carretera a comprar un coco frío le pareció una magnífica idea, hasta que se dio cuenta de que lo que salía por el sorbeto era sangre en vez de agua de coco.

Finalmente se cagó encima cuando escuchó, aún más sonora y seguramente, que le tocaban a la puerta.

se le aproximó, sintiendo un chorro tibio que le permeaba los pantalones.

Él le dijo que la quería también, pues tenían una regla que dictaminaba que si uno decía que lo quería, el otro tenía que por fuerza reciprocar. Claramente