Por lo común, a todos nos preocupa lo que la gente piensa de nosotros. No queremos parecer demasiado distintos, y por ello adquirimos los mismos gustos. Aceptamos lo que hace la multitud para que esta nos acepte. Pero, al hacerlo, nos debilitamos. Nos comprometemos, a menudo sin saberlo. Permitimos que nos compren sin recibir nada a cambio.