Demografía zombi

La definición de muerto-viviente de las poblaciones sometidas al poder de la muerte que caracterizaría a la necropolítica, siguiendo la definición de Achille Mbembe,387 hace tentador establecer el símil con el zombi. La necropolíticas, cuyos ejemplos máximos los proporciona el esclavismo, el gobierno colonial y actualmente en el gobierno privado indirecto que constituyen los Estados fallidos africanos, se propone como respuesta a la limitación del concepto de biopolítica para reflejar las formas contemporáneas de sumisión de la vida a la muerte.

Pierre Bourdieu, con ocasión de la gran crisis de mediados de los setenta, teorizó que las crisis eran una oportunidad para el desmoronamiento de la illusio,362 la representación mental y normativa de nuestro universo, y con ella la alienación, entendida como la aceptación acrítica en la que nos sumergimos, cómo esas normas a las que estamos sujetos e interiorizamos conforman «la realidad social». Es decir, las recesiones económicas graves como lo fue entonces la llamada crisis del petróleo y como lo ha sido más recientemente la financiera de principios del nuevo milenio, conllevan la pérdida de sentido de las acciones y relaciones sociales. Dicho de otro modo: comportan un derrumbe del sistema de valores que pone en evidencia los mecanismos de dominación que acompaña la reproducción social

El legado de Ulrich Beck, y su concepto de «catastrofismo emancipador», desarrollado en su libro póstumo La metamorfosis del mundo,356 aña‍

imaginario social no es un reflejo de la realidad, es una forma de crear realidad a partir de premisas ideológicas e intereses materiales, explora las salidas imaginarias —catálogo de artefactos culturales a nuestra disposición—, e impone tecnologías del yo que, al mismo tiempo que nos transforman, promueven el reencantamiento del mundo.

Pierre Bourdieu, que explica el imaginario social como el marco prerreflexivo donde se encuadran nuestras rutinas diarias, y el consenso de los repertorios sociales, concretamente con el desarrollo del concepto esencial de «capital simbólico», y en este caso de forma auxiliar, con el de «habitus». Concepciones que ponen en entredicho la distinción entre ideología y realidad presentando dicha di

ideologías son sistemas de creencias con una pretensión de veracidad, que buscan la intervención en lo social guiando los valores y las prácticas de los individuos,335 mientras que imaginario social transciende a la ideología —personas de posiciones ideológicas antagónicas comparten un mismo imaginario social—, incluyendo un sistema de representaciones de lo social compartido donde se engloban mitos, que hace posible las prácticas comunales y un amplio sentido de legitimidad.336

imaginario social que, siguiendo al filósofo Charles Taylor, podemos definir sucintamente como «la forma en la que una comunidad imagina su existencia social»,3

barco no es únicamente un medio de transporte, Peter Sloterdijk32

vez y otra, la falsa promesa de una utopía se transforma en una utopía fallida, donde se incuba la desconfianza hacia la sociedad.

liberalismo no nació con vocación de utopía, de hecho se afirmó en la crítica de las utopías sociales, ya a partir de la Revolución Francesa, tanto en el siglo xix, como lo hizo más tarde en el siglo xx el neoliberalismo. Michel Foucault ya apuntó que el liberalismo nace como una forma de reflexión sobre la práctica de la gubernamentalidad anterior, apoyada en la teoría económica o referida al sistema jurídico, que desembocará en la crítica del «exceso de gobierno».295 El neoliberalismo, en su raíz popperiana, en la defensa de la sociedad abierta y la libertad del individualismo como marco doctrinal, se define como rabiosamente anti-utópico en cuanto que su nacimiento se legitimó como una reflexión contra los totalitarismos surgidos en los albores del siglo xx.