Los ensayos

virtud, figura el desprecio de la muerte,

a cualquier otra cosa —rehúsa las ocupaciones superfluas y los pensamientos y propósitos inútiles—.[3] Así como la insensatez no está nunca satisfecha, por más que se le conceda todo lo que desee, la sabiduría se contenta con lo presente, nunca se disgusta consigo misma.[4] Epicuro exime al sabio de prever el porvenir y de preocuparse por él.[5

quien se conoce a sí mismo, deja de tomar lo ajeno por propio: se ama y se cultiva ante

«Haz lo tuyo y conócete a ti mismo».

Había comprobado, por la crueldad de algunos cristianos, que ningún animal del mundo es tan terrible para el hombre como el hombre.[

en los primeros tiempos en que nuestra religión empezó a adquirir autoridad merced a las leyes, el celo armó a muchos contra toda suerte de libros paganos, a resultas de lo cual la gente de letras sufre una extraordinaria pérdida.

no poderlas ver cuando otro nos las descubre.

faltas escapan a menudo a nuestra mirada, pero la enfermedad del juicio consiste

las faltas escapan a menudo a nuestra mirada

c | Aristón define sabiamente la retórica como la ciencia de persuadir al pueblo.[5] Sócrates y Platón, como el arte de engañar y de halagar.[6