La historia de Sputnik y David

—Nadie puede regalar lo que no es suyo. Fui traído a vivir contigo y acepté, eso es todo. ¿O a poco tú eres de alguien?

pronto vio de qué se trataba todo. Rotaciones, explosiones de energía, combustiones, bandas o alambres comunicando movimientos, energía; piezas pequeñas y perecederas ajustando minúsculos ciclos de orden…

Esos quiquiriquíes en la madrugada hacían soñar a los durmientes que del asfalto de la sucia ciudad brotaban flores, que el aire se limpiaba,

—¡Sal, padre y patrón creador, resucítanos de la noche, rompe los malos sueños, jálanos hacia ti a los que volamos, llénanos las pupilas con tu significado profundo, haz crecer otro poco a los árboles y a las plantas! ¡Que viva el sol! ¡Y que viva la luz

—Vaya. Eres mío —dijo Canelo muy satisfecho.

—Soy de mí mismo y de las fuerzas inteligentes y amorosas de la vida y del sol —dijo el gallo—. ¿Por qué tuyo?

—Porque eres un regalo que me dieron.

—Nadie puede regalar lo que no es suyo. Fui traído a vivir contigo y acepté, eso es todo. ¿O a poco tú eres de alguien?

Esto es, no fueron felices para siempre, ni ellos ni los caimanes. Pero nadie lo es. Y en cambio, les daba alegría verse y estar juntos. Eso vale mucho.

Ahí se despidió de David. Quien diga que las lágrimas de cocodrilo no fueron sincerísimas, en esta ocasión, miente.

—¡Ese monstruo se los va a comer!

—Ya parece, guácala —dijo David.

Pero Sputnik los observó y sí se le ocurrió que podrían estar más sabrosos que el balón.

sto es, no fueron felices para siempre, ni ellos ni los caimanes. Pero nadie lo es. Y en cambio, les daba alegría verse y estar juntos. Eso vale mucho.

David entendió que disecar era lo que él se hacía al salir de la regadera. Explicó que el maestro exigía la presencia de Sputnik y que debía llevar también una toalla.