El tiempo avanza a toda velocidad y yo en pausa, estancada y dichosa como agua quieta. Escribo esto para quedarme echada en la hierba, atenta solo a la campana del carrito de los helados. Escribo para que mi perra siga viva. Escribo y estiro la mano hacia la memoria, esa estatua que tocamos en el mismo punto una y otra vez, para tener buena suerte o para garantizar que volveremos a cierta ciudad. Al tocarla la hago brillar, inútilmente.