¿Qué pensaría Rita de todo esto? Supongo que ahora mismo se alegraría de no estar aquí. Esto podría ser una forma de reafirmación de su idea de lanzarse a las vías del tren, de subirse a una silla y ponerse una soga al cuello, de comer a cucharadas el matarratas que guardaba en una caja debajo del fregadero o de apagar un día el ordenador y no volver a encenderlo jamás. Le parecería patético, falso, incluso amoral. Ser recordada por obligación, por prudencia, por el qué dirán. Casi de manera logística, una cosa que quitarse de encima. Suspiro y yo también miro al cielo, como si fuese a cruzar con Rita una de esas miradas que solo ella y yo entendíamos durante las reuniones.