Miranda seguía amando a su marido a pesar de haberse separado, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por volver a estar con su hijo y con él. Pero estaba claro que el conde Dante Severini la odiaba, por eso la trataba como si fuera una adúltera cazafortunas…
Por mucho que le hubiera dolido, Dante no había tenido otra opción que fiarse de las pruebas que había contra su mujer. Desde entonces, no había querido saber nada de ella, pero el niño echaba de menos a su madre. Así que le pidió que se fuera a vivir con él en su palacio italiano…