«Cuando, en el proceso de volverme lentamente hacia mí mismo, trato de ganar el momento, una nadería, una palabra, una historia, un papel o una vista me lo impiden, con lo que el momento puede retrasarse o desaparecer para siempre, a menos que disponga de la suficiente rapidez, a pesar de mi entorno, para concentrarme en mi propósito… Debemos comer, beber, dormir, descansar, amar o tocar las cosas más dulces de la vida, pero no sucumbir a ellas. Es necesario que, al hacerlo, los más altos pensamientos a que uno se dedica sigan dominando y continúen su curso ininterrumpido en nuestras pobres cabezas. Es preciso tener un sueño en la vida, y hacer que el sueño sea una realidad.»2