Juan dijo entonces que, siempre que un hombre se propone aprender, debe laborar tan arduamente como yo lo hice para encontrar aquel sitio, y los límites de su aprendizaje están determinados por su propia naturaleza. Así, no veía objeto en hablar del conocimiento. Dijo que ciertas clases de saber eran demasiado poderosas para la fuerza que yo tenía: hablar de ellas sólo me acarrearía daño.