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Javier Valdez Cárdenas

Malayerba

  • Liz Aguilarhas quoted2 years ago
    Pero fue una calentura otoñal. Tres semanas y de nuevo para atrás. Los soldados se fueron y apenas iban a la vuelta de la esquina cuando los que habían sido buscados regresaban a sus casas. Borrón y cuenta nueva.
  • Liz Aguilarhas quoted2 years ago
    Trae en su inocencia un lenguaje de muerte. Quién sabe. Yo jugaba a policías y ladrones y él no. Yo mataba con esas pistolas que fabricábamos con pedazos de madera y clavos. Con las de triquis. Él sabe dónde venden las de verdad.
  • Liz Aguilarhas quoted2 years ago
    En ocasiones ni hablaba: ese que se dormía en el sillón de la sala, que despertaba malhumorado y enfermo, era un ser extraño que suplía amargamente al otro que ellos conocían.
  • Liz Aguilarhas quoted2 years ago
    Y a eso juega con su amigo: a la guerra, a los balazos, a las camionetonas y los rifles de alto poder. Nadie gana, sólo ellos dos. No hay perdedores ni muertos ni saldos rojos. En esas mentiras chiquitas e inocentes, apantalladas con tanta muerte, no existen los ajustes de cuentas.
  • Carlos Alejandro Custodio Gonzalezhas quoted3 years ago
    En el bajo mundo todos se conocen, pero nadie sabe quién es quién. O al menos eso pare
  • Leoncio Vázquezhas quoted4 years ago
    no era rapto ni secuestro. No la habían forzado. Era menor de edad, sí, pero también era su voluntad
  • Leoncio Vázquezhas quoted4 years ago
    Se había resistido a esa vida de espinas y cañones humeantes, de dinero rápido
  • Leoncio Vázquezhas quoted4 years ago
    Al ratito se enteró de que ya lo habían matado: no escuchó los dos disparos. Eso fue lo que más le extrañó
  • Leoncio Vázquezhas quoted4 years ago
    Le habían depositado cinco mil. Pero dólares. Suficiente para equipar su consultorio. Y para seguir viviendo. Le dijeron que lo iban a buscar si se ofrecía. Se acostó pensando en eso: ojalá que no. Toc-toc-toc, se oyó con fuerza.
  • Leoncio Vázquezhas quoted4 years ago
    Siguieron tras él. Metros más adelante lo remataron. Quedó tirado entre las ramas secas: siete impactos fueron el cobro. Los matones habían matado a su hijo para obligar al padre a volver a la ciudad: para cobrarse con dos vidas la de su hermano.
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