Entre noches y fantasmas

De entre todas mis memorias y lecturas no logré recordar nada semejante, ni una sola situación que pudiera equipararse a la mía en aquella tibia noche de otoño.

Casi nadie la recordaba; era lo cierto. Y por eso moría.

¡Ah, esas tumbas de tierra, enlodadas y frías, llenas de mil clases de bicharracos glotones que trepan por nuestras espaldas y nos van destruyendo lentamente!

¡Ah, esas tumbas de tierra, enlodadas y frías, llenas de mil clases de bicharracos glotones que trepan por nuestras espaldas y nos van destruyendo lentamente! ¡Esas tumbas ignominiosas y endebles, en cuya superficie no hay flores ni hierba, y sobre las cuales chapotea la lluvia sin piedad alguna! ¡Esas tumbas tan pobres, tan solas, encaramadas allá sobre cualquier montaña o sumergidas en el corazón de un abismo!

pió:

—Creo que me convenga éste.

Y esta alma buena que llevamos todos los perros dentro me aconsejó al instante: “Seguirlo siempre a donde vaya”

Seguirlo siempre a donde vaya”

Mi amo es un poeta enfermo, joven, muy triste, y tan pálido como un cirio.

ue, de estar yo dormido, me hubiera

Resultaba muy desconsolador evocar hoy la enternecedora escena, dentro de un alto y silencioso cuartito, en un hotel desconocido.