Una cuestión personal

– Palabras tan similares a los aullidos de bestias salvajes no pueden proceder de un lenguaje civilizado.

Bird reflexionó sobre la falsa idea que su mujer tenía sobre el swahili.

Somos un hato de canallas, pensó Bird, una despreciable liga de defensores de nosotros mismos. No obstante, presentó su informe en voz baja, temiendo que alguien más le escuchara:

Pero ¿para qué azucarar el agua? Una cosa era retirarle la leche, pero darle sabor al sustituto ¿no convertía el desagradable asunto en un truco aún más despreciable?

Si uno miente para salir de un apuro, debe hacerlo de manera que no necesite mentir otra vez cuando se conozca la verdad. ¿Comprende?

Bird se había percatado de que la lógica de Himiko apuntaba hacia algo que agravaría su vergüenza, y por eso se ocultaba tras una pantalla de palabras, porque quería evitarlo, fuera lo que fuera. Pero no era fácil disuadir a Himiko.

– Para dominar el miedo, Bird, tienes que aislarlo. Y para ello tienes que definir su objeto con precisión.

Supuso que en circunstancias semejantes a las suyas la gente se inclinaba al masoquismo. Pero ¿por qué no reconocerlo y aceptarlo? Dentro de algunos años, cuando fuera un masoquista consumado y cuarentón, Bird podría celebrar este día como el aniversario de su conversión al culto.

– Pobre Bird. Si te diera la oportunidad, enumerarías un centenar de complejos con tal de justificar tu propia impotencia

Ese dinero en su cuenta era un indicador de su voluntad.

– ¿Recuperarse? ¡Ni en sueños! ¡Mi hijo no tiene hígado! Yo simplemente presento batalla a los dos mil funcionarios que tiene este hospital.