En todo cuerpo hay vacío

Ahí, en esa tierra de paso, entre lo habitable de la ciudad y lo impenetrable de la sierra, la primavera ya no existe, no es más que maleza seca y arena donde no se marca ninguna huella.

Te preguntas por qué papá no acelera de una vez y se largan de la intemperie, volviendo a la ciudad, a casa, hasta que llegue otro día para el olvido

formaran una música antigua donde las llamas bailan sin descanso. El fuego te pareció capaz de consumir hasta la más profunda oscuridad

A pesar de que papá te apuraba para volver a la camioneta y marcharse, pudiste sentir el calor de las brasas, ser testigo del resplandor de la lumbre. Sonaba a lluvia cayendo sobre hielo, al viento previo a un huracán, a papel haciéndose trizas y a un sinfín de sonidos que, al mismo tiempo, era como si

Por último, tras tomar cierta distancia, fue suficiente una pequeña flama para iluminar la noche por un segundo y entrever, más allá, el nacimiento de una nube cargada de luz, la cual se contrajo hasta formar lenguas de fuego en lo que ya era un sitio en llamas

pregunta papá en un tono burlón que bien le conoces, después de ver que no te mueves de lugar, que te vuelves una sombra más en el velo de la noche

No reacciona ante la presencia de ustedes. Se mantiene como reflexivo con el dolor que anida entre sus huesos probablemente rotos.

Por acá no hay ranchos, granjas o invernaderos, sólo terrenos baldíos separados por alambres de púas, como aguardando a que la ciudad crezca un poco más para florecer, para tomar la forma de fraccionamiento

También hay un silencio que parece de otro mundo

Y la mirada de Mami, tan vidriosa como una ventana que da a la lluvia, se llena de un aguacero que no cae, que sólo moja por dentro