Con el movimiento de industrialización de los años veinte, se montó una gran cordelería que absorbió a toda la juventud de la región. Mi madre, como sus hermanas y sus dos hermanos, fue contratada. Para mayor comodidad, mi abuela se mudó y alquiló una casita a cien metros de la fábrica, donde hacía la limpieza por la noche, con sus hijas. A mi madre le gustaban esos talleres limpios y secos, donde no estaba prohibido hablar y