La guardia del rey

Kevin empezó a hablar y Neil supo que iba a decir algo negativo y desmoralizador, así que pasó una mano por detrás de Andrew y le dio una colleja en la nuca para que se callara. Matt se atragantó con una carcajada e intentó fingir un ataque de tos. Kevin se quedó congelado un instante antes de fulminar a Neil con la mirada.

—Nadie quiere escuchar lo que tienes que decir ahora mismo —dijo Neil.

—Si vuelves a pegarme… —empezó Kevin.

Andrew lo interrumpió con tono casual.

—¿Qué harás?

Kevin cerró el pico, pero no de buena gana.

Me diste una llave y dijiste que era mi hogar.

Murmuró algo contra su boca que podrían haber sido palabras de aprobación o de ánimo y recibió un leve gruñido como respuesta.

Neil conocía su rostro tan bien como todas las versiones del suyo propio.

—¿Sí o no? —preguntó Andrew, mordiéndole la mandíbula.

—Contigo la respuesta es siempre «sí» —dijo Neil.

—Excepto cuando es «no» —replicó Andrew.

Luchad porque no sabéis morir en silencio.

No soy una quimera —dijo Neil—. No me voy a ninguna parte.
—Nadie te ha preguntado.
—Pregúntame —insistió Neil—, o quédate el tiempo suficiente como para descubrirlo por ti mismo.

nunca iba a ser capaz de desprenderse de su pasado, pero no tenía por qué permitir que le impidiera avanzar. Con el tiempo, conseguiría suavizar los bordes afilados y reemplazar los malos recuerdos que evocaban ciertas cosas con otros mejores.

¿Cómo iba a arrepentirse de nada con la sensación de los besos de Andrew aún en los labios?—.

estar lleno de cicatrices era mejor que estar muerto,