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Stefan Zweig

Una partida de ajedrez

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  • b6012005981has quoted2 years ago
    Probablemente crea que voy a hablarle sobre los campos de concentración donde llevaban a todos aquellos que se mantenían fieles a nuestra vieja Austria, sobre las humillaciones, los tormentos y las torturas que sufrí allí; pero nada de eso sucedió.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    Tenían las llamadas “células” en cada oficina y en cada empresa; sus espías e informantes estaban en todos lados, incluso en las oficinas privadas de Dollfuss y Schuschnigg. También tenían un hombre en nuestro modesto estudio jurídico, que desafortunadamente no descubrí hasta que ya era demasiado tarde.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    ojos ese brillo de la pasión descontrolada que suele apoderarse de los jugadores de ruleta cuando, después de estar apostando sin cesar, doblando sus apuestas, por sexta o séptima vez el color elegido no sale.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    Ya sea por el modo desagradable en que Czentovic nos había tratado, ya sea solo por su sensible orgullo patológico, McConnor parecía un hombre completamente diferente.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    “Con un poco de sensibilidad —pensé—, el campeón podría habernos marcado nuestros errores o animado con alguna palabra de aliento”.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    Sin presentarse, con cierta actitud descortés que parecía decir “Ustedes saben quién soy y a mí no me importa quiénes son ustedes”, comenzó a realizar los arreglos prácticos con tajante profesionalismo.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    Si tuviese dolor de muela y de casualidad hubiera un dentista entre los pasajeros, no le pediría que me sacara la muela gratis.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    Dijo que lo sentía, pero que tenía obligaciones contractuales con sus representantes y que estos le habían prohibido expresamente jugar sin cobrar honorarios durante una gira. La tarifa mínima era doscientos cincuenta dólares por partida.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    presenté. Le dije quién era y ni siquiera me dio la mano. Intenté decirle cuán orgullosos y honrados nos sentiríamos todos a bordo si él jugara simultáneas con nosotros, pero ni se inmutó.
  • b6012005981has quoted2 years ago
    dado que el señor McConnor era uno de esos hombres obsesionados con el éxito personal que sienten que el fracaso, incluso en el juego menos demandante, desvaloriza su imagen.
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