Decía que dos cervezas era su límite, porque la única vez que se bebió tres, en una de las fiestas de Sarah, vomitó a la mañana siguiente en el suelo de su habitación. «No me dio tiempo de llegar al baño, Robin, y mi madre casi me apunta a Alcohólicos Anónimos», siempre lo contaba igual de afectada y ella sonreía, porque Dani le parecía superadorable incluso hablando de vómitos. Debía de ser el amor.