Dejé de fijarme en lo que pasaba en mi interior, en la insatisfacción y el malestar que me acostumbré a ignorar. Cuando le tienes más miedo al sufrimiento que a la infelicidad, conformarte con lo conocido, aunque sea malo, siempre parece la opción más sensata y controlable, y acaba siendo un hábito.
Para cambiar a alguien primero debes destruir lo que fue, y de mi verdadero yo ya no quedaba nada.