Esa voz. Aunque solo la había oído dos veces, se me había quedado marcada a fuego en la memoria.
Era un error, pero me di la vuelta mientras me sacaba los auriculares.
Ella también estaba corriendo y, por lo que parecía, había ido tan lejos como yo. Llevaba un sujetador deportivo y unos pantalones muy cortos que apenas le cubrían ese culo perfecto. Por su cuerpo también rodaba el sudor y no llevaba el pintalabios rojo, pero su boca era aún más sensacional y lo único que me impedía mirarla con adoración era que sus muslos firmes y vientre plano y tetas redondas estaban tan a la vista.