Si la fe no se integra con la Ley de la castración, esta Ley aparecerá sólo como un peso absurdo e inhumano. Para liberar la Ley de la Ley, o, si se prefiere, para completar la Ley, es necesario el acto de fe, que en cuanto tal acto no puede basarse nunca en una garantía, sino que está siempre expuesto a la incógnita y al riesgo del fracaso.1