La señora Rabbit era típicamente rusa; con aquella cara eslava redonda, podría tener un millón de hermanas idénticas en toda la Unión Soviética. Debería perder algunos kilos y maquillarse en Occidente… si llegaban allí, pensó. Medía más o menos un metro sesenta y dos; pesaba unos sesenta y tres kilos, no estaba mal. La niña era una monada, con sus vivos ojos azules y su expresión feliz; era demasiado joven para esconder sus sentimientos tras una máscara inexpresiva,