Mis días con los Kopp

La crisis familiar de los Kopp –estas suceden, me parece, cuando alguien externo se introduce en la mafia articulada que es cada familia– fue interrumpida por otra crisis, la institucional.

toda situación límite, que se repita perpetuamente no nos hace más hábiles: estamos igual de solos y apabullados que la anterior vez. Quizás menos apabullados, pero siempre igual de solos.

un diálogo presupone un objetivo, significados comprendidos y acordados por ambas partes. El balbuceo es algo superior, liberado e imparcial.

lado de esa otra cosa está mi voz. La comunicación se mutó, renació en los silencios dilatados, los diálogos imposibles, imposibles, imposibles, la presencia transforma

Hoy identifico a las personas decentes, incluso admirables, como aquellas que no se doblegan sin una buena razón: no faltan al respeto, no usan palabras ni ofensas innecesarias, pero tampoco se dejan aturullar por estupideces de grandes apariencias. Siguen su camino, como aquel conductor.

si no era como nosotros, ¿era intelectualmente inferior, o superior en espíritu? Solo cuando hacemos explícitas las diferencias es posible tratarnos como iguales; hasta entonces, todo lo secuestra la ambivalencia.

mañana».
–Es más, el hombre sostiene que nadie ha tratado de atropellarlo, que él es «artífice y víctima de su propio accidente».
Aquella

operaba en su cuerpo, que lo cierto no era equivalente a lo real

Si reproduzco esta conversación, en lugar de ocultarla, es porque incluso en aquel momento fui consciente de que nadie me había hecho esa pregunta, ni siquiera yo

Que, como el resto de nosotros, utilizaba las palabras para esconder más que para revelar